Santi Arnal
Recordar a Magic Johnson es evocar la elegancia de un base que hacía de cada pase un acto de generosidad; su felicidad parecía multiplicarse cuando lograba que el compañero anotara. Aquella visión del juego, en la que compartir la pelota era la esencia, sigue inspirando a quienes buscan el baloncesto en estado puro.
Hoy el deporte de la canasta se ha vuelto mucho más físico. La velocidad, el contacto y la potencia moldean cada posesión, y los bloqueos directos —antes recurso ocasional— se han convertido casi en norma táctica. Aun así, el espíritu creativo de los grandes pasadores puede sobrevivir si sabemos protegerlo.
No todo está perdido: todavía asoman talentos que reivindican el baloncesto clásico, ese que combina fundamentos con lectura del juego. Mientras tanto, el 3x3 irrumpe como un deporte paralelo, con sus propios ritmos y estrategias, obligándonos a repensar qué entendemos por “jugar bien”.
La formación atraviesa un momento delicado: es cada vez menos rentable para muchos clubes, crece la presencia de extranjeros y se reducen los minutos para los nacionales. Por eso resulta imprescindible fomentar la imaginación de los niños, darles espacios donde expresarse sin normas rígidas ni demasiadas voces adultas, porque ser niño —con tanta presión y estímulos— nunca fue tan difícil.
Hoy, con todos nosotros, Santi Arnal