Reglas, criterio arbitral y formación
En el deporte de formación no todo son reglas: también es aprendizaje, respeto y diversión. Los árbitros, entrenadores, padres y niños crecemos juntos en la pista. Más empatía = mejor deporte.
Ayer estaba viendo un entreno de preminis [1] y con buen criterio, el entrenador estaba aplicando el A, B, C de Pedro Martínez [2] . Los niños le ponían muchas ganas y la pasión del entrenador era evidente. Todos tenían un balón y practicaban el bote de un lado a otro de la pista para luego finalizar, cada uno según su nivel y su capacidad. Estaban concentrados y, a la vez, disfrutando juntos.
Mirándolos los visualicé en un partido, jugando contra un rival y con un árbitro aplicando el reglamento [3] , un documento de casi cien páginas que, en teoría, se debe seguir a rajatabla. Eso es lo que uno espera de un juez: que aplique las normas y las haga cumplir. El problema es que, si aceptamos esa premisa, sería imposible disputar partidos en edades tan tempranas. Quien no hace pasos, hace dobles (o, si lo preferís, “camino” o “maneo”), comete faltas constantemente y cientos de infracciones que transformarían ese momento de disfrute en un concierto de silbato para un solista vestido de gris.
¿Entonces que podemos hacer? Yo veo dos opciones:
La primera opción sería crear reglamentos y excepciones para cada categoría y edad, lo que el volumen de normativa se acercaría a lo que hacen nuestros políticos que nos inundan con casi 1.329.865 páginas de normas [4] . Yo no se vosotros, pero me cuesta visualizar a un árbitro memorizar esa cantidad ingente de información y menos todavía entrenadores y ya ni te cuento los padres. Sería absolutamente irracional y convertiríamos este deporte en algo impracticable.
La segunda opción es introducir lo que a mi no me gusta nada, que es el criterio arbitral, que sin entrar en mucho detalle serían el conjunto de principios, interpretaciones y directrices que indican las federaciones para tomar decisiones y que estas no entorpezcan el juego.
En esto estaremos de acuerdo: no podemos aplicar todo el peso del reglamento a niños que están empezando, igual que no se hace con profesionales. Del mismo modo, no se sigue toda la normativa según el nivel del equipo o del jugador. Se deja un margen para que exploren y se expresen sin tener que escuchar un pitido en cada acción.
El problema es que para eso hay que ser un gran árbitro. Y con “gran” no me refiero solo a conocer todas las normas y directivas, sino a tener experiencia y empatía para saber dónde poner los límites, qué sancionar y qué dejar pasar. Y, lo más importante: ser capaz de explicar a los niños por qué has pitado una infracción y cómo evitarla en el futuro. En este trabajo didáctico resulta fundamental la colaboración de entrenadores, padres y familiares que vienen a animar. Es complicado explicar a un niño que ha cometido una infracción si toda la grada protesta y practica lenguas muertas como el arameo. Debemos ser conscientes de que el trabajo más importante se está haciendo en ese mismo instante: formar y educar a los niños. Y enseñarles que abuchear a la figura de autoridad no transmite respeto alguno, además de ser una estrategia pedagógica más que discutible para interiorizar las normas.
Además, como me decía hace años un árbitro amigo: todos empezamos alguna vez. Los árbitros también. Lo normal es que los que se inician dirijan partidos de niños que también están empezando, porque todos necesitan aprender. Ojalá todos salieran ya formados y con la experiencia que dan veinte años recorriéndose todas las pistas de la ciudad, pero no es así. Cada árbitro tiene su primer partido. Y normalmente los equipos se encuentran con árbitros de un nivel acorde al suyo. Si tu hijo está empezando, su árbitro también; si el entrenador acaba de sacarse el nivel cero, el árbitro igual; si tu hijo quiere pasárselo bien, el árbitro también; si tu hijo quiere mejorar y aprender, el árbitro y el entrenador también.
Por eso seamos un poco empáticos y ayudemos a esos adolescentes que empiezan. Si se enganchan a esto, te los volverás a encontrar en más de una ocasión. Y estoy seguro de que preferirás que cada día sean mejores que el anterior, igual que tu hijo, al que esperas ver progresar. Aunque solo fuera por puro egoísmo, más vale que mejoren a que empeoren. Así que ayudémosles.
[1] En la normativa de la FCBQ tienen una edad de 7 años.
[2] Entrenador de ACB con un gran palmarés deportivo que insiste que el baloncesto hay que trabajar primero el concepto A, leugo el B y después el C, y cuando domines los tres, volver a empezar de nuevo.
[4] La producción de normas en España en 2022 fue un 22% más alta que el año anterior, hasta las 1.329.865 páginas publicadas - CEOE