¿Qué pasa cuando faltan recursos y aún así hay que salir adelante?
En el deporte formativo —y también en la empresa— las limitaciones pueden convertirse en la chispa que enciende la creatividad. Esta es una reflexión desde la cancha… y desde la vida profesional.
Todos los que estamos involucrados en el mundo del deporte —especialmente en el ámbito formativo— sabemos que los recursos son escasos, y que la creatividad se convierte en una herramienta esencial para ofrecer una formación adecuada. A veces faltan balones, otras veces conos, otras, incluso jugadores. La lista de contratiempos es interminable, pero son precisamente esos obstáculos los que nos obligan a mejorar, a adaptarnos y a garantizar que niños y niñas sigan disfrutando de los beneficios del deporte, mientras aprovechamos ese espacio para transmitir valores que les servirán en su vida personal y profesional.
Hace poco, me tocó vivir uno de esos momentos en los que los recursos no están a la altura de la necesidad, y no hay alternativa posible. Era un día de entrenamiento programado, pero la cancha estaba inundada tras una tormenta, y no había otro espacio disponible. Padres y niños, con la ilusión de siempre, preguntaban: “¿Y ahora qué hacemos?”. En ese momento, lo único honesto que pude responder fue: “Hoy no se puede hacer nada”. Aceptar la realidad, recoger y volver a casa no es una derrota, sino una oportunidad para reflexionar. Ese episodio me llevó a pensar en cómo, tanto en el deporte como en el mundo empresarial, tendemos a sobredimensionar las necesidades externas, mientras subestimamos el potencial de lo que ya tenemos a nuestro alcance.
Por ejemplo, en el ámbito laboral, es común ver ofertas de empleo que exigen seis años de experiencia, títulos universitarios, dominio de varios idiomas y disponibilidad absoluta para un puesto de creador de contenido. Sin embargo, cuando el candidato finalmente se incorpora, se encuentra con herramientas obsoletas o limitadas: un ordenador lento, un software desactualizado o, en el mejor de los casos, un simple cuaderno y un bolígrafo. Esta contradicción entre expectativas y recursos disponibles es un reflejo de una mentalidad que prioriza lo ideal sobre lo práctico.
Esta experiencia me llevó a reflexionar sobre el equilibrio adecuado entre recursos y resultados. Existen estudios que respaldan la idea de que las limitaciones pueden ser un catalizador para la innovación. Por ejemplo, el profesor Ravi Mehta ha demostrado que restringir opciones estimula la creatividad y nos empuja a encontrar soluciones inesperadas. En un experimento, se pidió a los participantes que resolvieran problemas con un conjunto limitado de herramientas, y los resultados fueron sorprendentemente más ingeniosos que cuando tenían acceso a recursos ilimitados. Este principio se alinea con el concepto de Jugaad , una filosofía originada en India que promueve el uso de enfoques rápidos e ingeniosos para resolver problemas con lo que se tiene a mano.
En el contexto deportivo, las limitaciones nos obligan a exprimir los recursos de formas nuevas. Por ejemplo, en un entrenamiento de fútbol, si no hay conos para delimitar un circuito, podemos usar botellas de agua vacías o incluso calcetines anudados. Si falta un balón, podemos diseñar ejercicios que se centren en la coordinación o la comunicación verbal entre los jugadores. Estas soluciones no solo resuelven el problema inmediato, sino que también fomentan un pensamiento lateral que enriquece el aprendizaje. En un entrenamiento reciente, limité deliberadamente el espacio de juego a un cuarto de la cancha para obligar a los jugadores a tomar decisiones más rápidas y precisas. El resultado fue una sesión intensa y divertida, donde los niños descubrieron nuevas formas de colaborar y anticiparse a las jugadas.
Este enfoque no es exclusivo del deporte. En el mundo empresarial, las limitaciones también pueden ser un motor de innovación. Recuerdo un caso en un equipo de IT donde organizamos formaciones en las que los desarrolladores debían resolver un problema usando solo el terminal, sin interfaces gráficas. En su entorno habitual, las interfaces resolvían todo automáticamente, pero al eliminarlas, los participantes se vieron obligados a entender el problema a un nivel más profundo y a desarrollar soluciones más robustas. Este ejercicio no solo mejoró sus habilidades técnicas, sino que también fomentó una mentalidad de adaptabilidad que luego aplicaron en proyectos reales.
Sin embargo, no todos los recursos pueden limitarse indiscriminadamente. Hay mínimos necesarios para que cualquier actividad sea viable. Si no hay cancha, no hay partido. Si no hay herramientas básicas, no hay solución posible. Por eso, el verdadero reto está en encontrar el punto justo de restricción: ese límite donde la creatividad florece sin caer en la frustración. En el deporte, esto podría significar reducir el número de jugadores en un ejercicio para fomentar la cooperación, pero asegurándose de que todos tengan la oportunidad de participar. En la empresa, podría implicar establecer plazos ajustados para un proyecto, pero proporcionando el soporte necesario para que el equipo no se sienta abrumado.
Limitar recursos de manera consciente y estratégica no solo impulsa la innovación, sino que también fortalece la resiliencia. En un mundo donde los recursos suelen ser finitos, aprender a trabajar con lo que se tiene es una habilidad invaluable. Además, este enfoque fomenta un entorno donde probar cosas nuevas no sea visto como una locura, sino como una oportunidad. Es crucial construir una cultura donde se premie el intento, se ofrezca feedback constructivo y se reconozca el esfuerzo, incluso cuando los resultados no sean perfectos. En mis entrenamientos, siempre celebro las ideas de los niños, aunque no funcionen, porque cada intento fallido es un paso hacia una solución mejor.
Un ejemplo inspirador de esta mentalidad es el caso de un pequeño club de baloncesto en una zona rural, donde no había presupuesto para equipamiento profesional. Los entrenadores, en lugar de rendirse, construyeron aros caseros con madera y cuerda, y usaron sacos de arena como pesas para entrenar la fuerza. Los jugadores no solo mejoraron sus habilidades, sino que también desarrollaron un sentido de comunidad y orgullo por superar las adversidades juntos. Este caso ilustra cómo las limitaciones, cuando se abordan con creatividad, pueden transformar una carencia en una fortaleza.
En conclusión, quizás estábamos equivocados al pensar que más recursos siempre conducen a mejores resultados. El verdadero desafío está en saber cuánto limitar, cómo apoyar a quienes enfrentan esas restricciones y cómo evaluar si las soluciones creativas funcionan también en el mundo real, cuando las limitaciones desaparecen. En el deporte, en la empresa y en la vida, las limitaciones no son el enemigo, sino un catalizador para descubrir lo que somos capaces de lograr con lo que tenemos. Al final, la creatividad no surge de la abundancia, sino de la necesidad de encontrar un camino donde parecía no haberlo.