Mens sana in corpore sano
La entrevista de Jordi Ébole a Ricky Rubio [1] está levantando algunas alfombras y creando polémicas sobre los temas que se tratan en la entrevista. Algunos relacionados con la formación, otra con el mundo profesional, la prensa, el sistema. En resumen, que ha dado un clavo al que podía agarrarse todo el que quería opinar, y así han obrado muchos.
Como entrenador que soy, como productor de un podcast de deporte de formación, como padre y como aficionado al deporte de la canasta, tengo mi punto de vista sobre la entrevista y aunque sea ventajista usar la historia que nos plantea Ricky, creo que es una oportunidad para resaltar lo que yo creo importante.
Antes de empezar, voy a intentar ser honesto y dejar claro algunos impedimentos y prejuicios que tengo con la historia que nos cuenta Ricky. Me cuesta empatizar con una persona que puede dejar de ir a trabajar y aún así seguir cobrando un sueldo que la mayoría de gente no lo conseguiría ni sumando dos vidas. Esto no quita que sufra, pero me cuesta colocarlo al mismo nivel de una persona que pasa por un proceso mental parecido, pero que no puede plantearse ni por asomo el dejar de trabajar porque las facturas no acaban de comprender la necesidad de mens sana in corpore sano [2] .
Me cuesta empatizar las críticas al capitalismo, a la prensa, a la competición y todos y cada uno de los mantras del buenismo. Comprendo que lo piense, comprendería que no lo pensara y lo dijera porque se supone que es lo que ha de decir, pero eso no lo convierte en cierto. Ha tenido experiencias que la mayoría de gente no tendrá, ha tenido que gestionar una presión que muy pocos han tenido que soportar, pero no es que todos se morirían por cambiarse por él y el problema es que no era consciente del precio que ha tenido que pagar por ello, y una vez lo supo, no comprendió como gestionarlo hasta muy tarde. Mi pregunta es, ¿tenía alternativa? Yo creo que si, pero yo no soy él y no tengo ni la más remota idea de que condicionantes tenía, así que hasta aquí mis problemas con la entrevista.
Lo que si me interesó de la entrevista son aspectos que si vivo yo día a día. Dice que le gustaría volver a jugar a baloncesto, y lo entiendo. Veo gente de menos de quince años que están locos por jugar pero por ser malos los clubs los cortan y ellos, junto con los padres, buscan un lugar donde poder jugar, ni más ni menos, el simple acto de estar con un grupo de niños y practicar un deporte que, según todos los informes, ayudan a desarrollar una vida sana cuando eres adulto. Por desgracia para nuestra sociedad, no pueden, son demasiado malos. Nadie quiere a los malos, nadie aplaude al que no gana aunque se esfuerce, a nadie le interesa ese equipo perdido en algún lugar de una ciudad que no tiene ni medios, ni instalaciones ni dinero, y que como no gana campeonatos nadie quiere ir, a pesar de ser el que hace una de las mayores obras sociales del barrio. Pero no, no salen en los medios, los políticos no les visitan por si necesitan algo, y cuando piden ayuda, como no son de los mejores y no se les puede exprimir, reciben un magnífico silencio administrativo y ojo con quejarse que las pocas horas que tienes de pista en el pabellón municipal, pueden desaparecer como por arte de magia.
Luego están los que son buenos, los que levantan a la gente de su asiento. A estos todos les persiguen, todos los quieren en su club y no dudan en desmontar equipos para robar tres o cuarto jugadores, dejando al club roto, sin generación de su año, y condenando a los malos a la rueda que he comentado antes. ¿Le importa a alguien? A nadie, la federación cobra, el club juega en categorías altas y todos contentos menos los que hicieron el esfuerzo de formar e inyectar el amor por el deporte al niño que ahora usan. Y digo usan con todas las letras, porque no están para formar, sino para exprimir, para sacar el máximo rendimiento en un momento preciso del tiempo. No interesa hacer crecer, interesa que sea productivo en el minuto uno, y si no aceptas eres etiquetado como conflictivo, te marginan, te dejan de lado y borran todo rastro de diversión e ilusión que vivía en la cabeza de esos niños. Eso sí, al año que viene repiten operación, y al fichaje de relumbrón lo dejan caer por la puerta de atrás, seco, yermo y desganado, dejándole sin una afición que era sana, sino el contacto social que da un deporte de equipo. Un abandono más en el mundo del deporte y la Federacion, Clubs y DT poniendo medallas de los valores mientras cada vez el problema crece y afecta a más categorías, más edades y más clubs.
No me olvido que casi un uno por cierto llegan a vivir de ser jugadores. Que en ese grupo que parece que puede llegar han de rendir siempre, estar disponibles siempre y que hasta no hace mucho, tenían un abanico de profesionales cuidando su cuerpo pero dejaban de lado un pequeño detalle, la cabeza. No es sencillo ser joven y vivir esas experiencias sin el apoyo de profesionales, y sobretodo, de padres. Muchos entrenadores afirman que el filtro más importante entre llegar y no llegar a la élite, más allá del físico y el talento, es la cabeza. Tenerla bien amueblada es importante y dar herramientas a un jugador para transicionar de juego a trabajo, es fundamental y pocos clubs lo hacen. Pero de nuevo, la presión esta bajando, antes era por ganar el campeonato infantil de España, ahora es por quedar campeón de nivel C en el barrio. Apretamos, y apretamos, quitando toda la diversión a la competición y a la formación, que si pueden ir de la mano.
Y por último los padres. Tengo claro que hay un porcentaje que quieren vivir una vida que les gustaría tener a través de sus hijos y los ves apretando, exigiendo en vez de animar a su hijo, al resto de jugadores y preguntar al final de partido ¿te lo has pasado bien? En vez de “tendrías que haber tirado más” “has de ser más duro” “tu entrenador no tiene ni idea” y lindezas por el estilo.
Pero por suerte no son todos así, hay padres que buscan lo mejor para su hijo y hacen todos los esfuerzos por ofrecérselo, ir al mejor club, mejores zapatillas, tecnificaciones. Y nos sacrificamos para llevarlo a equipos que están a una hora de camino de casa, sacrificamos horas para que vayan a tecnificar y cientos y cientos de pequeños detalles. Y a veces es más sencillo jugar en el equipo de al lado de casa, que esté con amigos del barrio, que le veas reir, disfrutar, querer ir a un entreno, y que después de un partido esté enfadado, pero que a los diez minutos ya esté riendo de nuevo.
Ser padre no es fácil, pero al final somos los responsables legales y hemos de velar por ellos. Ya lo dice el propio Ricky en la entrevista y yo estoy de acuerdo, no se yo si dejaría que mi hijo fuera parte de una plantilla de un equipo de altor rendimiento. Ojo, que hay gente para todo, pero no siempre un niño quiere ser el mejor, ganar siempre, imponerse a todos, hay algunos que el aspecto social ya les sirve y a pesar de ser los mejores, no es su objetivo principal.
No se como lo veis vosotros como padres, yo como persona que posee los dos sombreros, tengo claro que mi objetivo es que repitan el año que viene, que mejoren como jugadores, transmitirles valores, que creen un grupo social y a partir de aquí que disfruten. Y atención al detalle tonto, si consigues todo lo anterior los resultados llegan por si mismo.
Supongo que tan mal no lo hago porque me siguen renovando, ¿vosotros que experiencia tenéis?
[1] Jordi Ébole (06/07/25) Ricky Rubio - La Sexta
[2] Mens sana in corpore sano - Wikipedia