La zona mágica
Como dicen los libros de gestión: haz lo que amas, ama lo que haces, y el orden no es necesariamente este. Uno no siempre llega al sector laboral por las razones correctas, sino por un cúmulo de circunstancias que nos arrastran a un lugar que no necesariamente nos representa, pero en el cual somos funcionales, no cometemos errores y vemos una posibilidad de crecer.
Metidos en la rueda, seguimos con las rutinas, protocolos y aprendizajes que el rol demanda de nosotros. Unos son de gestión, otros van hacia perfiles técnicos, pero en algunas ocasiones se produce una disociación entre nuestro yo privado y nuestro yo profesional. Si todas estas circunstancias ocurrieran hace cincuenta años, podríamos afirmar que el único riesgo sería tener una especie de doble personalidad —una laboral y otra personal—, y mientras tengamos un entorno equilibrado podríamos funcionar sin muchos problemas en la sociedad.
El caso es que, a día de hoy, no existe esa estabilidad. La incertidumbre es el pan nuestro de cada día, y los cisnes negros aparecen cada vez con mayor frecuencia, cambiando los planteamientos y decisiones que tomamos no hace diez años, sino cinco. Lo peor es que cambian no por factores que se puedan predecir, sino por irrupciones inesperadas de elementos políticos, técnicos o, como ya vimos con la pandemia, sanitarios.
Es en estos contextos cuando el concepto de “reinventarse” aparece en la mente de muchos: “He sido programador full stack, pero lo que me llama es ser monitor de yoga”, o “de ser ejecutivo de cuentas a regentar una casa rural”. Nuestra realidad profesional no nos llena y buscamos una ocupación que esté alineada con lo que somos, o con lo que creemos que somos.
Te encuentras en la mitad de tu vida laboral y te das cuenta de que te quedan muchos años para poder disfrutar de la jubilación, pero que ahora no tienes la energía para volver a lo anterior: te quieres reinventar. Empiezas a mirar cursos, títulos, seminarios, y te vas empapando de lo que te apasiona. Devoras todo lo que cae en tus manos: cada nuevo conocimiento es un chute de dopamina que te motiva a seguir, y poco a poco te vas metiendo en la madriguera del conejo.
El problema es que tienes la teoría, pero no la experiencia; tienes las ganas, pero no los contactos; y el problema más grave: te conocen por lo que hiciste, no por lo que quieres hacer ahora. Nadie, o casi nadie, te va a contratar. Necesitas un plan.
Como me decía una buena amiga, la teoría es muy simple: imagínate tres círculos.
Lo que sé hacer: son todos los conocimientos de aplicación real y directa que tienes ahora.
Lo que me gusta hacer: tareas con las que te diviertes, eso que puedes estar horas haciendo sin mirar el reloj.
Por lo que me pagan: son esas habilidades por las cuales la gente está dispuesta a pagarte. Ojo, quizás tengas habilidades mejores que otros, pero por marca o imagen no puedes monetizarlas.
Como en todo conjunto, vemos que hay cuatro zonas que se pueden superponer:
Sé hacer / Me gusta: esta es tu área de diversión; te lo pasas genial y disfrutas como un enano.
Sé hacer / Me pagan: eres un profesional, haces tu trabajo, pero tu nivel de endorfinas va por el suelo.
Me gusta / Me pagan: el problema es que no sabes hacerlo, por lo que es raro que te paguen por ello.
Y con esto nos queda el último segmento, donde ocurre la magia: la zona donde confluyen el sé hacer / me gusta / me pagan. Es aquí donde consigues escalar y no solo facturar, sino además sentirte realizado como persona.
Si os fijáis, la cuestión es que hay que conseguir que lo que te guste lo sepas hacer, y luego que te conozcan para pagarte por ello. Para este viaje no hay atajos, y empezamos por tres líneas de trabajo fundamentales:
Seguir haciendo las cosas por las que te pagan. Uno necesita ingresos para sobrevivir.
Formarse, formarse mucho y bien. Hay que invertir muchas horas en adquirir no solo los conocimientos, sino comprender todo lo que está relacionado con tu área de interés.
Venderse. En este paso no es tan crematístico, sino de efecto red: contactar con los expertos del sector, interactuar con ellos, ir a eventos y empezar a ser reconocido como un igual. La potencia del efecto red es muy importante para maximizar los resultados, y para esto la red ideal es LinkedIn.
Y con estas ideas me despido. Creo que es importante ser fiel a uno mismo, pero también entender que hay que seguir facturando, porque la hipoteca no se paga sola. A todos los que estáis en este camino de reinvención, suerte y adelante; y a los que ya estáis en vuestra ruta ideal, felicidades y a por todas.