Idea, proyecto y ejecución
Las ideas son maravillosas, son sueños que emergen de nuestra mente y nos muestran lo que podría ser, un lugar donde las posibilidades son infinitas. Un lugar donde podemos convertirnos en lo que queremos ser, donde el único límite que existe es el de nuestros propios deseos. Ese lugar es espectacular y tremendamente adictivo, porque no hay nada ni nadie que nos dicte el guion de esa fantasía.
Es bueno tener ideas, es necesario tener sueños, pero en el contexto actual, los sueños ya no son tan nuestros como creemos; de hecho, nunca han sido nuestros por completo porque se construyen sobre la base de lo que nos hace humanos: ser apreciados, ser valorados, ser amados, tener riquezas, amigos, poder. Cualquier concepto que nos venga a la cabeza está construido sobre la sociedad que nos da el marco normativo. Por otra parte, la sobreabundancia de redes sociales y la presión que ejerce sobre nuestra autopercepción al compararnos con 9 mil millones de personas, en vez de lo que hacíamos hace cuarenta años, cuando nuestro marco de referencia era nuestro barrio y algún que otro actor, es realmente destructiva si no tenemos una base sólida sobre la que crecer.
Si pensamos que esto solo nos ocurre como personas, como empresas y negocios nos ocurre exactamente lo mismo. Vemos cómo tenemos una idea, un sueño, pero el entorno pesa y hay que tener las ideas claras para saber mantener el rumbo que quieres, lo que deseas, y no dejarse llevar por la moda corporativa de turno.
Por eso, las ideas necesitan planes, necesitan bajarlas de ese mundo fantástico donde todos somos Jack Welch y pasamos a ser Yo S.A., y manejamos nuestros *assets*, los *assets* más importantes que nunca tendrás. Hemos de ser capaces de trazar un plan realista para que nos lleve al lugar que queremos.
Pero ojo, no vale con escribirlo en un PowerPoint y cerrar los ojos muy fuerte para que se cumpla. Se ha de trabajar, se han de poner los codos encima de la mesa, y quien dice los codos puede ser la agenda de contactos, la formación o el área en la que tu idea está relacionada. El apretar los párpados no ha levantado ningún negocio, o al menos ninguno que se recuerde.
Pasar de proyecto implica un esfuerzo intelectual, un trabajo de conocer qué quieres hacer y qué necesitas para que se traduzca en algo real. No sirve decir “quiero ser rico” y que el proyecto sea “ganar dinero”; es un trabajo que ha de diseccionar todas y cada una de las partes en sus componentes más pequeños, y a su vez, estos en sus partes fundamentales. Con esto tendrás un papel gigante con todas las pequeñas piezas que formarán la estructura de lo que quieres construir.
Una vez lo tienes delante de tus ojos, deconstruido y comprendes cada una de las partes y qué función realiza, has de volver a construirlo de nuevo, pero buscando las sinergias que permitan acelerar el proyecto, encontrar las partes que juntas se retroalimentan y aceleran los procesos.
Con todo esto, con toda esta información, con todos los datos, ahora viene la parte que cuesta, o al menos la que a mí me costaba más: salir a contarlo y empezar a mover el culo. No soy muy fan de salir de la zona de confort, pero en algún momento tendremos que bajar a la calle a comprar macarrones para comer.
Esta parte ya no requiere tanto la parte cognitiva, sino la parte más asociada con sentimientos, con seguridad. Lanzar un proyecto requiere de mucha autoestima, es como ser comercial: te dicen tantas veces que no, que no interesa, que o bien tienes una seguridad y confianza muy alta, o puedes acabar tirando la toalla sin llegar a conocer tu potencial. Lo normal es que una de cada diez llamadas comerciales fracase, pero si llevas nueve y renuncias, por pura estadística has perdido un cliente.
Esta parte es la que la ayuda para consolidar tus creencias, tu autoestima y tu capacidad de resiliencia es fundamental. El aprender a creer en ti, en saber diferenciar los sentimientos de la realidad, disociar resultados de objetivos e intenciones. Es un trabajo que no todos hemos aprendido a hacer, y que no es fácil realizar. Requiere una reflexión profunda que usualmente no se hace.
Por eso recomiendo crear proyectos con socios que se apoyen, que se den ánimo, que sepan gestionar los sentimientos y enfocarlos con las pruebas empíricas, y que cuando parece que nunca amanece, entre los dos tengan la química suficiente para sobrevenir las primeras negativas que seguro que les llegarán.
Y para ti, ¿cómo son tus socios? ¿Os complementáis no solo a nivel operativo, sino también a nivel humano? Y si no es así, ¿cómo trabajas la parte mental?


