El trabajo mas importante del mundo
Cuando aparecen los listados de los trabajos más valorados, siempre vemos neurocirujanos, directores generales y una larga lista de nombres que suenan muy bien, como científico de datos, pero no veo por ningún lado el que considero la base fundamental de una sociedad funcional: ser padre o madre.
Cuando un nuevo ser humano aterriza en este planeta, son ellos los que van a ser responsables de su desarrollo. Son quienes van a darle sus primeros marcos para desarrollarse como persona y, sobre estos marcos —que algunos profesionales llaman esquemas—, esta persona irá construyendo su percepción de la sociedad.
Estos esquemas, que van desde la percepción del “yo” hasta cómo categorizamos grupos, son los mecanismos de respuesta automática que usa nuestro cerebro para reaccionar ante estímulos. No es algo voluntario, es algo que se activa de forma inconsciente para obtener información y contexto sobre un evento en concreto, ya sea una persona con bata blanca corriendo por un hospital o ver a un político haciéndose fotos con niños.
No sé si tenéis hermanos, pero yo estoy definitivamente marcado por la música que escuchaba mi hermano: Beatles, Police, Supertramp, Queen… Lo que debería ser mi lugar musical está diez años anticuado porque mi infancia son los recuerdos de ese tocadiscos que teníamos en la habitación y me tocaba escuchar durante horas y horas A Night at the Opera y el famoso Bohemian Rhapsody.
Las primeras experiencias son importantes, y si en mi caso la música quedó marcada por el primogénito de la familia, ¿cómo pensáis que se definen estos sistemas? Cómo agrupamos ideas sobre el rol de “ama de casa” o “igualdad de derechos y oportunidades” va a influir mucho en cómo lo vivamos en casa y cómo lo transmitamos a nuestros hijos. Y el pequeño detalle que muchos obvian: no es lo que dices, es lo que haces. Ya lo decía una de las figuras más importantes de la religión: “Por sus hechos los conoceréis”. No es que digas cada día que hay que ser bueno, sino actuar como buena persona, y esto requiere un extra de energía que los padres no siempre tenemos.
Estas ideas luego se refuerzan en los colegios, otra profesión —la de maestro— que debería ser la más respetada, donde más allá de conocimientos deberíamos apostar por conseguir que los niños se atrevan a explorar y ser ellos mismos, ser básicamente lo que han de ser: niños, y poder explorar en un entorno seguro.
Y, por supuesto, otra variable que afecta y ayuda a formar nuestro árbol son los amigos y la cultura que consumimos: el músico de turno, la canción de moda, una tendencia que se pone de moda… Y, como tal, vamos asimilando ideas y las incorporamos en nuestra estructura. Cuanto más se solidifica, más complicado es modificarlo, porque solo integramos datos que sean coherentes con todo lo que hemos construido.
Yo ahora veo con preocupación cierto retroceso de algunas ideas que creía superadas. Escuchando las canciones que suenan, veo que vuelven conceptos que estaban ya superados, como el machismo, por poner el ejemplo fácil de muchas letras de algunos cantantes para adolescentes.
Soy consciente de que los adolescentes han de rebelarse, han de romper la última capa de protección y explorar el mundo para reinventarlo con todo lo que ellos han adquirido durante su infancia. Ser punk, heavy, cantar canciones con insultos varios, que Dios salve a la Reina y su régimen fascista… Son procesos normales; incluso los Beatles eran considerados unos peludos peligrosos en su época. Pero está bien, es el proceso que han de recorrer para encontrarse.
Pero mi duda es: ¿con qué valores quiere rebelarse la juventud? Veo que estamos haciendo válida la canción Another Brick in the Wall, y no creamos personas, sino engranajes. Adolescentes perdidos —y ellos no lo saben— sin haber trabajado un espíritu crítico, sin capacidad de quererse por lo que son, sino por lo que dicen que son, con una comunicación afectiva por debajo de Gary Cooper o de Tony Soprano, y encima les decimos que ellos pueden ser lo que quieran si se esfuerzan. Esa es una trampa mortal, porque si no lo consiguen, es porque no se esfuerzan.
Necesitamos recuperar el foco de vuelta a lo que es importante: trabajar desde pequeños los conceptos que transmitimos a la siguiente generación para que, al llegar a la edad adulta, sean algo más que el portador de una tarjeta de crédito y un usuario de sexo rápido y vacío en el Tinder de turno.
Es cierto que los esquemas que aprendemos cuesta cambiarlos, como ya he dicho, pero cuando estos esquemas nos llevan un paso atrás, o nos definen como una persona que le cuesta quererse a sí misma porque día tras día ha tenido que negarse a sí misma para encajar, ¿no sería mejor dar un paso adelante y poner la voluntad y el esfuerzo para hacerlo? Hay profesionales que pueden ayudar a aceptarse a uno mismo por lo que es, a cambiar perspectivas que lo colocan fuera de lo que debería ser una sociedad del siglo XXI.
Quiero reivindicar la figura de los padres como figura fundamental. Me gustaría ver más consejeros preparados para guiar estudiantes en su camino a la madurez y no como una simple casilla de “tenemos psicólogo o coach en el centro”. Y creedme, hay profesionales con unas ganas y una pasión por su trabajo que estarían encantados de poder ayudar.
Me encantaría que el título de CPO no sea una broma de mal gusto de la guerra de las galaxias (C-3PO) y realmente fuera un perfil que se preocupara por las personas, por cómo se comunican, que dieran formación de liderazgo, de gestión de grupos, de comunicación, de gestión empática y que la estrategia de “por mis dos huevazos morenos” para imponer una estrategia sea la excepción y no la norma.
Pero vete tú a saber, quizás es que está ya toda la ciudad decorada como Navidad y me ha entrado la vena de los buenos deseos y que el futuro va a ser mejor.
Por cierto padres, directivos o personal docente, tener un coach o un psicólogo es una inversión no un gasto, simplemente que lo sepáis.


