Conocimiento Circular
Una gran mayoría de vosotros conocerá el concepto de economía circular, donde la producción y el consumo se basan en compartir, reutilizar, reparar y reciclar todos los productos y elementos involucrados en el proceso durante el mayor tiempo posible. Es un concepto que va más allá del marketing y de empresas que se han adherido a él por el efecto halo y para apropiarse de los valores que esta idea tiene asociados.
Recientemente he estado hablando con personas que tienen responsabilidades de formación, ese departamento que parece que es considerado como gasto más que inversión, y hemos divagado sobre el concepto de conocimiento circular. La idea es similar y contiene algunos de los valores de la economía circular, pero orientado a las personas y donde el conocimiento se convierta no en una herramienta sino en un valor, que no solo añada un punto sobre el PIB sino un punto sobre un KPI que no hemos inventado pero que refleje la calidad de una sociedad.
¿Qué sentido tiene que un profesional se jubile y todo lo que sabe hacer desaparezca? ¿Qué sentido tiene que esos conocimientos no fluyan y caigan en cascada a la siguiente generación?
Esta idea debería empezar, como suelen empezar las mejores ideas, desde el principio. Son los profesores, maestros, que van desde primaria a bachillerato los que han de conseguir honrar la profesión que representan. Como sabéis, entreno a niños, y muy pocos vienen al entreno emocionados con una idea o concepto que hayan aprendido en clase; lo que les motiva es la jugada del jugador de turno o el tiro imposible de cualquier otro. Pocos, muy pocos, me comentan lo emocionante que les pareció la historia del Imperio Romano, o la obra de un autor, o lo alucinantes que pueden ser las matemáticas. Hablo de estas disciplinas como pueden ser cualquier otra. Ahora mismo los niños van al colegio para dar razón a Roger Waters en su canción The Wall, ladrillos que van acumulando conocimientos que, por no saber cómo encajarlos, como no generan un aprendizaje significativo, se acaban olvidando.
No mejora la realidad cuando avanzamos y esos niños buscan referentes porque, por algún acto de magia, han descubierto algo que les interesa —o la verdad, han de hacer un trabajo— y miran las redes buscando un referente y les piden una entrevista para conocer ese mundo que les interesa o porque el trabajo se lo exige. ¿Cuántos perdemos dos horas de nuestra vida para atender a ese joven? ¿Cómo lo tratamos? ¿Somos conscientes de que contamos con menos de ciento veinte minutos para sembrar la pasión que nos llevó a nuestra profesión?
Con este desdén por formar que existe ahora y el recelo de revelar lo que nos ha llevado a ser un referente para alguien, en estos dos vectores reside el conocimiento. Esa herramienta que nos llevó de dar vueltas alrededor de un monolito a poner un pie en la Luna.
Está claro que algunos sectores dan valor al conocimiento, otros tanto, menos. Muchos optan por sacarse el título del que sea y olvidarse, cuando la realidad es que el conocimiento es un proceso acumulativo y que cuanto más cuidado, más documentado y implementado esté, más disfrutaremos con las posibilidades y juegos que nos da. Por poneros un ejemplo: es como un deporte, cuanto más lo conoces, más interiorizado lo tienes, más divertido y más posibilidades encuentras.
Pero hemos de valorar el conocimiento, y sobre todo, a las personas que lo poseen y lo quieren y pueden compartir. Hay una frase que revela la importancia de esta última parte: If I have seen further, it is by standing upon the shoulders of giants, que si queréis lo buscáis en internet a ver si os suena quién lo dijo.
En este punto, la pregunta que me vuelvo a hacer: ¿cómo conseguimos que el conocimiento no se pierda, y que se pueda reutilizar de forma eficiente? El proceso habitual de una empresa para recibir a las nuevas incorporaciones es un PowerPoint corporativo, un ordenador, una cuenta de email y una palmadita en la espalda y a los leones.
Son pocas las empresas que tienen programas de mentoring para formar a los trabajadores y poder reducir la curva de aprendizaje. Buscando por internet he encontrado que dicen seis meses, y poco me parece a mí ese tiempo. Y lo peor es que esos seis meses se invierten más en arreglar errores que en enseñar a prevenirlos.
Por eso insisto de nuevo en mi idea de conocimiento circular: formar a los seniors con un margen de tiempo razonable para que adquieran o mejoren sus habilidades de formación para enseñar a los que llegan, ejercer de mentores y guías para los trabajadores que se incorporan, detectar talento de forma temprana, y ser la mano que les guía para sentirse seguros.
Para esto, harán falta profesionales que ayuden a los seniors: coachs, mentores, y también la tecnología es un valor añadido que puede reducir las fricciones a la hora de integrar esta solución, como decían por ahí un Personal Jesus. Por eso hay que afrontar estos procesos de conocimiento circular desde un punto de vista holístico y contar con expertos en varias áreas para asegurar no solo la transmisión sino el conocimiento de ese valor intangible de una empresa que no suele salir en el balance: el conocimiento y la cohesión de grupo, y lo mejor, aprender a reproducir este círculo de transmisión de conocimiento para los que vengan detrás suyo.